Japón está en un callejón sin salida porque se ha convertido en un país de ancianos

La población de Japón está muy envejecida. (Photo by Tomohiro Ohsumi/Getty Images)

Japón acaba de perder su posición como tercera mayor economía del mundo (tras Estados Unidos, China), al ser superada también por Alemania. Las expectativas muestran además que en los próximos años se sitúe por detrás de India. No es para menos porque la sociedad nipona tiene un gravísimo problema demográfico al que no se vislumbra solución.

 

En 2023 nacieron en el país 758.631 bebés, lo que supuso un descenso del 5,1% respecto al año anterior. Si miramos la serie histórica, se trata de la cifra más baja desde que Japón empezó a recopilar estos datos allá por 1899. Por su parte, la mortalidad se mantiene estable en torno a 1,5 millones de fallecimientos anuales. Si combinamos esta realidad con la inmigración y la emigración, se observa que la población japonesa ha estado declinando en los últimos años. En 2022 era de 122,42 millones, mientras que dos décadas antes, en 2022, superaba los 127 millones.

 

La tasa de fertilidad necesaria para estabilizar la población es de 2,1 hijos por mujer, pero en la nación nipona solo se alcanza 1,36.

 

Japón está considerado el país más envejecido del mundo. Casi un 30% de la población tiene más de 65 años, mientras que uno de cada 10 tiene 80 o más. Hace un siglo apenas había 150 ancianos centenarios, mientras que ahora esta cifra se ha elevado hasta 92.139. El resultado es que el porcentaje de población activa, aquella que está en edad de trabajar, solo es del 59%, aunque hasta un 13% sigue trabajando pasados los 64.

 

Este aumento de la tasa de envejecimiento del país ya ha tenido consecuencias desastrosas para su economía: desde mediados de los años 90 se ha producido un estancamiento, al mismo tiempo que crecen las dudas sobre la sostenibilidad del sistema de seguridad social a largo plazo.

 

Ya se están planteando soluciones como reformas de las pensiones o el aumento de la edad de jubilación a los 70 años, pero la realidad es que se trataría de remedios cortoplacistas que no solucionarían el problema de fondo: una pirámide poblacional invertida que pone muy en duda el futuro de Japón.

 

Al igual que en muchos otros países occidentales, la llegada de inmigración, es decir, población joven, podría ayudar a darle la vuelta a esta situación, sin embargo, Japón se ha mostrado muy reticente siempre con esta posibilidad. De puertas para fuera, el mensaje es rotundo: no abrir las puertas a la inmigración y no aceptar trabajadores extranjeros.

 

Pero de puertas para dentro, se está produciendo una suave apertura que ayude a paliar el déficit de mano de obra patente en muchas industrias. Son trabajadores peruanos, brasileños y de otras nacionalidades (aunque de origen japonés) que recibieron en el pasado visados de residencia. También, jóvenes aprendices de diversas procedencias que llegan a la nación a través de programas de prácticas profesionales.

 

En los primeros años del siglo XXI, las autoridades hablaron de recibir hasta 10 millones de trabajadores extranjeros, pero las distintas propuestas no cuajaron. Hay que tener en cuenta que Japón es un país muy tradicional y existe mucho temor a perder su homogeneidad étnica, que es garante de estabilidad y cohesión social De esta manera, nunca se ha fomentado la inmigración.

 

Actualmente, hay poco más de 2,2 millones de personas nacidas en el extranjero, representando solo el 1,7% del total de la población.

 

Más allá de la inmigración, los expertos señalan que sería importante aumentar la participación de personas mayores y mujeres en la fuerza laboral. En este sentido, la crianza de los niños se sigue viendo como una responsabilidad de estas últimas, mientras que los padres tienen un rol de apoyo y no activo. Además, ayudar a las que tienen 40 años o más y que dejaron aparcadas sus carreras profesionales por la maternidad, también sería fundamental para establecer modelos profesionales viables.

 

No cabe duda que Japón tiene una serie de desafíos clave en los próximos años que van a marcar las próximas décadas. Son necesarias reformas profundas y las autoridades deben ponerse manos a la obra lo más pronto posible.