De quién son estas huellas con 300 000 años de antigüedad
¿Y si los que pasearon por Doñana no fueron los neandertales?
Eduardo Mayoral Alfaro, Universidad de Huelva; Ana Santos, Universidad de Oviedo; Antonio Rodríguez Ramírez, Universidad de Huelva; Asier Gomez-Olivencia, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Ignacio Díaz-Martínez, Universidad Nacional de Rio Negro; Jérémy Duveau, Muséum national d’histoire naturelle (MNHN); Jorge Rivera Silva, Universidad de Sevilla; Juan Antonio Morales, Universidad de Huelva y Ricardo Díaz-Delgado, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)
Hace ahora algo más de un año dábamos a conocer al pie del acantilado del Asperillo, en la costa del Espacio Natural de Doñana (Huelva), una gran superficie donde, junto con numerosas huellas de animales, aparecieron otras humanas. Se trataba de huellas de homínidos.
Hasta ese momento, la única referencia temporal que permitía encuadrar la edad del yacimiento era la datación de una de las dunas que cubría la superficie. Esta la situaba en unos 106 000 años (Pleistoceno superior). Como ocurre en la mayoría de las huellas de homínidos encontradas en todo el mundo, la atribución taxonómica se basó únicamente en el contexto cronológico. Por esta razón, los neandertales se convirtieron en los principales sospechosos.
No obstante, y a lo largo del desarrollo normal de la investigación, se procedió a muestrear tanto la propia superficie donde aparecían las pisadas, nunca antes datada, como las dunas situadas por encima. La sorpresa surgió cuando la duna que cubría la superficie daba valores en torno a los 275 000 años. Y lo más sorprendente, la edad de la superficie con las huellas de homínidos resultó ser de unos 295 800 años (Pleistoceno medio).
Esta nueva cronología cambia radicalmente muchas de las hipótesis planteadas inicialmente.
Un cambio climático drástico
La nueva datación situaba a las huellas en un nuevo contexto geográfico y ambiental. Hace 300 000 años, el continente europeo se preparaba para asistir a un cambio climático drástico. Las condiciones relativamente cálidas pasaban a otras mucho más frías, precursoras de una glaciación. En esos momentos, el nivel del mar en el continente europeo estaba de media unos 60 metros por debajo del nivel actual, lo que implica que la línea de costa onubense estaría entre 20 y 25 kilómetros mar adentro de su actual posición.
En otras palabras, la llanura costera era muy extensa y, probablemente, de origen fluvio-deltaico. Es probable que estubiera cubierta por agua durante las estaciones húmedas y total o parcialmente expuesta durante las estaciones secas.
Es en este ambiente lacustre somero e incluso hipersalino donde se formaron suelos poligonales cubiertos por tapetes microbianos que fueron pisoteados tanto por los homínidos como por el resto de fauna. En la actualidad este tipo de redes de tapetes poligonales se encuentran en extensas zonas de marismas, tanto en climas desérticos cálidos como tropicales.
En las áreas no inundadas de esta amplia llanura costera se encontrarían zonas vegetadas más o menos extensas. Alrededor de ellas se extendería un importante desarrollo de los sistemas de dunas que se desplazarían hacia la tierra desde la costa.